lunes, 12 de octubre de 2009

EL ERMITAÑO DE HUANG-HO

Leo Zelada


Imitación de Chuan Tse

Erase una vez un hombre que vivía sólo en el bosque, le llamaban el Ermitaño de Huang- Ho, solitaria y ascética su existencia transcurría entre tenues amaneceres amarillos y oscuros crepúsculos violeta. El cazar extrañas y exóticas mariposas era el único placer del que gozaba en sus ratos sombríos de ocio.

Un día vio ante si, la más hermosa y radiante aparición que sus apagados ojos jamás - hasta entonces - habían visto, era diabólicamente bella como un errante cometa vagando sin sentido en el cosmos, ambiguo eclipse irrumpiendo entre bloques intactos de fuego, y extendiendo rápidamente sus redes de plata sobre la arrebatada y tierna figura; la atrapó.

Más aquella no era una mariposa sino una mujer. Pasaron varias lunas y a pesar que en las largas noches azules, le tocaba las más hermosas melodías de su caña de bambú, y le entregaba los más hermosos frutos extraídos de los más virginales árboles, ella se mostraba callada, pensativa, sumergida en sí misma y sus torres de marfil.

Acongojado al ver lo infructuoso de su esfuerzo por querer alcanzar aquel pedazo de cielo, consumido por el hierro, acercó sus trémulas manos hacia ella y en aquel momento desvaneciéndose en el aire solo vio un intenso resplandor dorado y un replicar de alas sobre el viento.

Desde aquel momento, el ermitaño, El Ermitaño de Huang- Ho, en cada mariposa que atrapaba creía poseer aquella mariposa que una vez partió.


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