sábado, 28 de noviembre de 2009

¿ Que Es El Amor ?

En una de las salas de un colegio habían varios niños. Uno de ellos preguntó:
Maestra... ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.
Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.
El primer alumno respondió: Yo traje esta flor, ¿no es linda?
Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo: Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.
El tercer alumno completó: Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido, hermano: ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio.
Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había traído nada.
La maestra se dirigió a ella y le preguntó:
Muy bien: ¿y tú? ¿no has encontrado nada?
La criatura, tímidamente, respondió: Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido.
Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje?
La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.
Sabes, esto me lo envió quien me enseñó, que el amor no es Tomar, Arrancar, Capturar, Forzar, Ganar o Perder.
Amar es llevar en el alma, es Recordar, es Disfrutar, Amar es ser LIBRE Y DEJAR LIBRE.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Las Huellas

Una noche en sueños vi que con el Señor caminaba
junto a la orilla del mar bajo hermosa luna plateada.
Soñé que en los cielos veía toda mi vida representada
en celestiales escenas que en silencio contemplaba.

Dos pares de firmes huellas en la arena iban quedando,
mientras con el Señor íbamos cual amigos conversando.
Miré atento hacia atrás esas huellas reflejadas en el suelo,
pero algo extraño observé y me invadió gran desconsuelo.

Observé que algunas veces al reparar en las huellas,
en vez de ver los dos pares veía solo un par de ellas.
Observaba también yo que aquel solo par de huellas,
se advertían mayormente en mis noches sin estrellas
en los días de mi vida llenos de angustias y tristeza,
cuando el alma necesita más del consuelo y fortaleza.

- Pregunté triste al Señor:

¿Señor, tu no has prometido que en horas de aflicción
siempre a mi lado estarías dando muestras de tu amor?
Pero noto con tristeza que en medio de mis querellas,
cuando más aflige el dolor solo veo un par de huellas.
¿Dónde están las otras dos que indican tu compañía,
cuando las tempestades sin piedad azotan la vida mía?

- Y el Señor me contestó con ternura y compasión:

Escucha bien hijo mío, comprendo tu confusión,
Siempre te amé y te amaré y en tus horas de dolor
siempre a tu lado permanezco para mostrarte mi amor.
Mas si en ocasiones ves solo dos huellas al caminar
y no puedes ver las otras dos que se deberían reflejar,
es que en tu hora afligida cuando flaquean tus pasos,
no hay huellas de tus pisadas porque te llevo en mis brazos.

domingo, 22 de noviembre de 2009

El Amor

Duele amar a alguien y no ser correspondidos,
pero lo que es más doloroso es amar a alguien
y nunca encontrar el valor para decirle a esa
persona lo que sientes.

Tal vez Dios quiere que nosotros conozcamos a
unas cuantas personas equivocadas antes de
conocer a la persona correcta, para que al fin
cuando la conozcamos, sepamos ser
agradecidos por ese maravilloso regalo.

Una de las cosas más triste de la vida es
cuando conoces a alguien que significa todo
y solo para darte cuenta que al final no era
para ti y lo tienes que dejar ir.

Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra
puerta se abre, pero algunas veces miramos
tanto tiempo a aquella puerta que se cerro,
que no vemos la que se ha abierto frente a
nosotros.

Es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta
que lo perdemos, pero también es cierto que no
sabemos lo que nos hemos estado perdiendo
hasta que lo encontramos.

Darle a alguien todo tu amor nunca es un seguro
de que te amaran de regreso, pero no esperes que
te amen de regreso; solo espera que el amor
crezca en el corazón de la otra persona, pero si
no crece sé feliz por que creció en el tuyo.

Hay cosas que te encantaría oír que nunca
escucharas de la persona que te gustaría que te
las dijera, pero no seas tan sorda(o) para no oírlas
de aquella que las dice desde su corazón.

Nunca digas adiós si todavía quieres tratar,
Nunca te des por vencida(o) si sientes que
puedes seguir luchando, Nunca le digas a
una persona que ya no la amas si no puedes
dejarla ir.

El amor llega a aquel que espera, aunque lo
hallan decepcionado, a aquel que aun cree,
aunque haya sido traicionado.
A aquel que todavía necesite amar, aunque antes
haya sido lastimado, y a aquel que tiene el coraje
y la fe para construir la confianza de nuevo.
El principio del amor es dejar que aquellos que
conocemos sean ellos mismos, y no tratarlos de
voltear con nuestra propia imagen, porque
entonces solo amaremos el reflejo de nosotros
mismos en ellos.
No vayas por el exterior, este te puede engañar,
No vayas por las riquezas, por que aun eso se pierde,
Ve por alguien que te haga sonreír, porque toma tan
solo una sonrisa para hacer que un día obscuro brille.

Espero que encuentres a aquella persona que te
haga sonreír.
Hay momentos en los que extrañas a una persona
tanto que quieres sacarlo de tus sueños y abrazarlos
con todas tus fuerzas.
Espero que sueñes con ese alguien especial,
Sueña lo que quieras soñar; Ve a donde quieras ir;
Sé lo que quieras ser; Por que tienes tan solo una
vida y una oportunidad para hacer todo lo que
quieras hacer.

Espero que tengas
Suficiente felicidad para hacerte dulce,
Suficientes pruebas para hacerte fuerte,
Suficiente dolor para mantenerte humana(o),
Suficiente esperanza para ser feliz
y suficiente dinero para comprar regalos.

Las personas más felices no siempre tienen lo
mejor de todo; solo sacan lo mejor de todo lo
que encuentran en su camino.
La felicidad espera por
aquellos que lloran,
aquellos que han sido lastimados,
aquellos que buscan,
aquellos que tratan.
Por que solo ellos pueden apreciar la importancia
de las personas que han tocado sus vidas.

El amor comienza con una sonrisa, crece con un
beso y muere con una lágrima.

La brillantez del futuro siempre será basado en
un pasado olvidado.

No puedes ir feliz por la vida hasta que dejes ir
tus fracasos pasados y los dolores de tu corazón.

Cuando naciste, tu llorabas y todos alrededor
sonreían, vive tu vida de forma que cuando
mueras tu sonrías y todos alrededor lloren.

Cielo o Infierno

Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso Samurai desafió en una ocasión a un maestro en artes marciales a que le explicara el concepto de cielo e infierno. Pero el monje respondió con desdén:
"No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!".
Herido en lo más profundo de su ser, el Samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
"Podría matarte por tu impertinencia".
Eso, repuso el monje con calma, "es el infierno".
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.
Y eso, añadió el monje, "es el cielo".

"La paz interior se halla cuando el que la busca deja de hacerlo, no por haberla encontrado, sino por descubrir que siempre estuvo con él y no fuera de él".

El Valor de un Amigo <<

Mi amigo no volvió del campo de batalla, señor, solicito permiso para ir a buscarlo, dijo un soldado a su teniente.
Permiso denegado, replicó su oficial. No quiero que arriesgue su vida por un hombre que probablemente esté muerto.
El soldado, ignorando la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó, mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.

El oficial estaba furioso:

Le dije que él estaba muerto!!! Ahora perdí dos hombres!
Dígame: Valió la pena traer un cadáver?
Y el soldado, moribundo, respondió:
Claro que sí, señor. Cuando lo encontré, el aún estaba vivo y pudo decirme:
¡Estaba seguro que vendrías!

AMIGO ES AQUEL QUE LLEGA CUANDO TODO EL MUNDO YA SE HA IDO.

La Isla de los Sentimientos

Erase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos:
la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor.
Un día, se les fue avisando a los moradores, que la isla se iba a hundir.
Todos los sentimientos se apresuraron a salir de la isla, se metieron en sus barcos y se preparaban a partir, pero el Amor se quedó, porque se quería quedar un rato más con la isla que tanto amaba, antes de que se hundiese.
Cuando por fin, estaba ya casi ahogado, el Amor comenzó a pedir ayuda.
En eso venía la Riqueza y el amor dijo: ¡Riqueza, llévame contigo!
No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti, dijo la riqueza.
El Amor le pidió ayuda a la Vanidad, que también venía pasando: ¡Vanidad, por favor ayúdame!
No te puedo ayudar, Amor, tú estás todo mojado y vas a arruinar mi barco nuevo.
Entonces, el Amor le pidió ayuda a la Tristeza: Tristeza, me dejas ir contigo?
Ay Amor, estoy tan triste que prefiero ir sola.
También pasó la Alegría, pero ella estaba tan alegre que ni oyó al Amor llamar.
Desesperado, el Amor comenzó a llorar, ahí fue cuando una voz le llamó: Ven, Amor, yo te llevo. Era un viejito, y el Amor estaba tan feliz que se le olvidó preguntarle su nombre.
Al llegar a tierra firme, le preguntó a la Sabiduría: Sabiduría, ¿quién es el viejito que me trajo aquí?
La Sabiduría respondió: Es el Tiempo.
¿El Tiempo? Pero, ¿por qué sólo el Tiempo me quiso traer?
La Sabiduría respondió: Porque sólo el Tiempo es capaz de ayudar y entender al Amor.

domingo, 1 de noviembre de 2009

ELLOS

ELLOS

Jéssica


Eran ellos. Durante 16 años había oído las leyendas (“historias de viejos”, como las llamaba mi tío) de mi abuela y ahora los tenía delante, con sus ojos huecos y fríos (helaban la sangre y todo lo que se les pusiera delante, joder, ¡incluso volcanes!). Ellos eran así, tan distantes y severos. Durante tantas y tantas noches, sentado al lado de la cocina de hierro que nos calentaba en las noches de invierno, oía las historias de mi abuela como si fueran cuentos de hadas, cosas que nadie cree. Porque son eso: historias de viejos.
De repente tuve mucho frío, noté cómo se partían mis labios y se congelaba mi piel (hasta pude notarla más blanca) y la niebla me arrebató toda la vista que tenía hasta entonces. Ya no los veía, ya no contemplaba sus miradas huecas. Pero sabía que eran ellos y que estaban ahí, esperando. ¿Esperando? Sí, quizá... Esperando al momento oportuno, al instante en que pudieran hechizarme para siempre. De pronto me sentí estúpido por no haber creído en lo que decía mi abuela.

Escuché un susurro, apenas audible, algo que se metió en mis oídos con mucha suavidad. Una sensación horrible y seca recorrió cada parte de mi cuerpo y de mi alma. Tenía miedo, miedo de verdad, MIEDO con mayúsculas. Logré acostumbrar mis ojos a la niebla e intenté moverme para buscar sus ojos, pero ellos sólo esperaban, pacientes, sigilosos, en silencio.

“Tienen cavernas, no ojos. ¡Tienen auténticas cavernas con bichos dentro!”, resonaban en mi cabeza las palabras de la abuela, claras y temerosas, llenas de realismo. Pero yo ya no veía sus ojos, era como si ya no los tuvieran, como si los hubieran escondido. “Cuando te miran con esos ojos, cuenta la gente que pasa una ráfaga de niebla, salida de la nada, y empiezas a tener frío, un frío que cala los huesos y te paraliza todo el cuerpo”.

También podía escuchar cómo bromeaba mi padre acerca de las palabras increíbles de mi abuela, llamándola inocente y diciendo que esas cosas eran las que se contaban en los bares a altas horas de la noche y con bastante alcohol en el cuerpo. Sí, eran historias de viejos. Yo era un niño, un inocente niño que escuchaba atento las cosas que decía la abuela. Hacía años que había dejado de creerla, porque los adolescentes no creen en esas cosas, son cosas de viejos locos, de viejos borrachos.

Por fin se fue la niebla y pude volver a verlos, allí parados, sin ojos (o por lo menos es lo que me parecía), sonriendo. Eran sonrisas de terror, de auténtico terror. Me recordaban al payaso It (¡cómo grité yo con esa película cuando tenía doce años!), pero sin maquillaje y sin peluca. Parecían fantasmas, su piel transparentaba en la oscuridad y no estaba seguro de que tuvieran huesos. Eran ellos, ¿pero qué eran?. “Nadie sabe lo que son, ni de donde salen, pero mucha gente los ha visto, no miento”, fueron las últimas palabras de la abuela. “No mientes, abuela, ya lo sé.

Joder, ¡claro que no mientes, si los tengo delante de mis narices!”. Había algo que ella no me había contado, algo que quizá no sabía: la sangre. Tenían sangre. Sangre roja y vibrante que brotaba de sus labios, como por arte de magia. No tenían llagas ni heridas en la boca, pero aquello era sangre, estaba viva y brillaba a la luz de la Luna. Uno de ellos se pasó la lengua por los labios y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, de arriba abajo, sacudiéndome por completo. Vi su cara cuando la lengua volvió dentro de la boca y supe que la estaba saboreando, lenta y suavemente. Saboreaba la sangre y le salía mucha más por las comisuras de la boca.

El reloj de la Catedral dio las doce, como en las películas de miedo. Intenté correr, escapar, olvidar todo aquello y olvidarles a ellos, pero no sirvió de nada. Era demasiado tarde. Intenté gritar, suplicarles, “Sólo soy un chico de 16 años, dejadme en paz”, pero las palabras se paralizaron antes de que llegara a pronunciarlas. Después hubo un momento de vacío, en el que no noté nada; ni dolor, ni miedo, ni frío.

El mundo dio un vuelco y se volvió gris y negro, árido y triste. Ibamos en grupo y salíamos una vez al año, con nuestros ojos huecos y fríos. Éramos invisibles para casi todo el mundo. Pero cuando alguien nos veía, recordaba aquella vez en que me di cuenta de que eran ellos.

Encontré este horrible testimonio enterrado entre los libros viejos de la casa, pero no tenía fecha ni firma. Me había criado sin saber apenas nada sobre las leyendas que rondaban en torno a cosas como esta, y quise averiguar de qué se trataba. Los únicos que lo sabían eran las personas mayores, aquellos a los que muchas veces la gente de hoy olvida en asilos o en pueblos aislados con sus “historias de viejos”. Me contaron cosas espeluznantes, y poco a poco fui descubriendo quiénes eran “ellos”.

En la actualidad la mayoría de los gallegos ha oído hablar alguna vez de la “Santa Compaña”. Son almas que salen una vez al año, en Semana Santa, con el traje típico (el sombrero de cuerno ese tan grande, ja ja ja)y son invisibles para los demás. Pero los que logran verlos están condenados a vagar con ellos portando la cruz, como una especie de castigo (o de juramento, como se le quiera llamar). Visto así suena frío y poco creíble, pero yo llegué a creerme lo que decía este chico. No sé si te lo creerás tú, te lo mando con todas mis esperanzas. Un abrazo de tu periodista madrileña favorita. Rita.



EL TEJADO

EL TEJADO



DESDE LA PERSPECTIVA DE UN GATO


Juan Carlos Vásquez Flores



A temprana edad me trajeron aquí, un hogar de clase media, unos esposos muy arraigados a las tradiciones. Sus traviesos dos niños me halaban la cola y me bañaban con agua fría.
Me pusieron el nombre de Alfonso y me tiraron al patio con un perro que me odiaba. La comida nunca me faltó, aunque mi plato más apetecible eran las iguanas que caminaban por los árboles frutales.

Como pude crecí, entre peleas callejeras y contratiempos, con un ojo infectado producto de un ataque de uñas.

Desde el tejado veía la vida, escenas extrañas. Desde el tejado veía la vida, escenas extrañas. El hijo del dueño incursionando con alguna mujer al cuarto. La fascinación de la señora de deambular desnuda por la casa, todo ello para posarse frente al espejo y actuar como si caminase, con pericia, sobre una pasarela.

Del cuarto de Oda, su hija menor, brotaba un horrible olor que la dejaba postrada, mirando sus cuadros como perdida en el tiempo. Pero lo que de verdad era amenazante era el idiota vecino lanzándome piedras, aunque fue allí, en una huida y después de correr sobre una decena de casas que le ve. Sus pelos eran como algodones, sus ojos azules.

Después de unos maullidos nerviosos nos sentamos a ver la luna. En la mañana fuimos al parque a comer del pasto, un remedio alucinante. Aquella gata me había demostrado que el éxito tenía dos clases de apetitos, pero muy dentro de mi reconocía que su hambre era otra. Halagos, adulaciones, caricias.

No regresé a la casa en tres días, pero Pablo, el hijo de mi dueña, fue por mí. Desde luego tenía que llevar una vida ejemplar, pero no podía ser la misma que él conocía. Encerrado comencé a quejarme con maullidos insoportables, oriné toda la casa, no tuvieron más remedio que volver a soltarme.

No había ido conscientemente, pero el destino tampoco podía ir eligiendo. Ella salió alegre, pero detrás le siguió el dueño que bajándose rascó mi espalda y me ofreció comida. En un costado, de repente vi un ratón, corrí y me desplegué en esprintada veloz para capturarle, al hacerlo no lo maté de inmediato, para presumir delante de ella.

Luego ambos preferimos el bocado de su amo.

Comimos, ella estaba de excelente humor, pero al corto tiempo me provino una náusea y desmayé. Al despertar estaba frente a un veterinario en una clínica para animales, cerca, mi familia preocupada.

Fue un envenenamiento fortuito, no volví a verla por más que trataba de hacerlos entender. Nadie comprendía mi solicitud.

Cerca, a un costado, un gato negro de gran tamaño paseaba una media dentro de su jaula, rememoraba algún apareamiento. Otra escondía sus crías en unos huecos improvisados.

Me llevaron de vuelta a la casa, me dieron alimento para gatos y me destinaron una pelota de goma para que todo el día me divirtiera. Mi cuerpo era un juguete, una textura aterciopelada la cual acariciar. Sus idiotas rostros me hacían muecas e imitaban con sus voces mi ronronear, yo tenía que parecer dócil y pasar por sus piernas acariciándolos.

De noche tenía que cazar algún roedor para que el jefe de la casa dejara la amenaza de matarme. Engordé en demasía de tanto dormir en un almohadón de plumas que me regalaron el día de mi cumpleaños. Al despertar solo recordaba el tejado, mi pasión nocturna prohibida, en donde podía ver tantas cosas. Desde una hermosa gata hasta una figura paranormal.

Animas desprendidas de los padres de mis amos. La muerte cuando venía por alguien de esta calle. En toda ocasión trataba de ahuyentarla por lo que hacíamos ruidos en conjunto. Los humanos solo pensaban en salir gritando para que nos calláramos.

Al fin y al cabo tendría que esperar, algún descuido llegaría para escapar y no regresar, mientras tanto seguiría robando de la cocina algo mas sabroso que aquel alimento químico que repugnaba.

Seguiría durmiendo en sus camas durante sus ausencias, mordiendo al bebé en la distracción.

Volvería al tejado, a esas noches donde no tenía que subir la cabeza para ver al mundo. Desde el suelo nuestra perspectiva es más vulnerable. Arriba tenemos las armas de nuestros misterios y nos volvemos peligrosos.



LA BRIGADA DE CHOQUE Y EL OFICIAL DE TABLERO

LA BRIGADA DE CHOQUE Y EL OFICIAL DE TABLERO



Ángel Rened




La brigada de choque, los oficinistas, los administrativos, los comerciales, los peones, soportan, padecen y conllevan el castigo, las críticas y los sinsabores de una empresa.
El oficial de tablero tiene una mirada global, rodeado de un mundo de estadísticas y de porcentajes no prevée los errores y los lados sesgados de sus elucubraciones.

La brigada de choque carga entonces con el sudor, el estrés, las críticas, los sinsabores, el lodo y la amargura.

La brigada de choque es sostén, soporte y barrera, frente de combate diario que soporta las lagunas de esos análisis de tablero.

El oficial de tablero, en su pensamiento global, estructurado entre objetivos económicos y productividades, de análisis de mercado y marketing corporativo, se aleja de los problemas que contrae la suciedad y el fango.

Tal vez el oficial de tablero ha de ser merecedor de las medallas, pero también la brigada de choque merece que alguien enjugue sus lágrimas.